sábado, 20 de abril de 2013

El cuerpo del delito



Viernes 4 de julio de 1930. Ángel Calderón era novio de Concepción Jaen hacía meses. Ella trabajaba en la fábrica de medias y calcetines La Corona, en la 5 sur 1903, mientras que él era dependiente de la zapatería Meli, de la 5 de Mayo 409.


El sábado 28 de Junio Ángel vio que en el Cine Variedades exhibían las nueve partes de una película que tenía el propósito de ver: El cuerpo del delito, con el formidable actor Antonio Moreno y la bella actriz María Alba, que costaba 30 centavos en luneta. Mientras veía los anuncios palpó con su mano en su bolsillo derecho la enorme rondana del peso de plata que había ganado la tarde anterior por sus esfuerzos en una entrega especial que había llevado hasta Atlixco. Tantas coincidencias hacían obvio el camino que debía seguir la tarde de ese viernes: invitaría a Conchita al cine.

Así fue, pasó por ella a buena hora y en punto de las 8 disfrutaron de principio a fin la esperada película. El tiempo pasó corriendo, pues además de las nueve partes de El cuerpo del delito exhibieron tres películas cortas, por lo que al salir el reloj marcaba las 12 de la noche.

¿Qué pasó entonces? No se sabe qué mecanismos operan en ciertas circunstancias de los temperamentos humanos, pues del amable y formal novio ya nadie supo nada. Motivado tal vez por la película, movido por hilos invisibles o por estúpidas ensoñaciones, Ángel, con lujo de violencia, obligó a Conchita a acompañarlo a una casa de la Calle de la Cholulteca, a donde la introdujo y con la misma violencia la hizo suya. Conchita lloraba desesperada no tanto por el hecho sino por la forma, pues ella era novia formal y tenía planes a futuro con Ángel. Pero ese Ángel no era el suyo. Ese Ángel era un desconocido.

Alertada por el padre de Conchita, la policía no tuvo muchas dificultades para encontrar a Ángel y hacerlo confesar el plagio de Conchita. El 3 de julio, cinco días después del lamentable hecho, condujo al señor Jaen y a la policía a una casucha de la Cholulteca donde tenía encerrada a la pobre damita. La sentencia no deja de sorprender a los ojos de la historia, pues después de una breve investigación y confesión de partes, simplemente, se les obligó a casarse. Los hechos fueron registrados en los expedientes criminales de las historias ocultas de Puebla.

Paráfrasis de una nota aparecida en La Opinión, el gran diario de oriente. Dir. J. Ojeda González, Puebla, Pue.

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