sábado, 4 de junio de 2011

Ay, Pánfilo



En 1520, las fuerzas de Hernán Cortés, minoritarias por cierto, atacan, derrotan y aprehenden a Pánfilo de Narváez en Zempoala, que peleaba bajo las órdenes del enemigo acérrimo del primero, Diego de Velázquez, gobernador de Cuba. Pánfilo llora ante Cortés y pide que le perdone la vida, cosa que hace, para asombro de todos; a cambio, ganará un fiel aliado de la guerra entre españoles que puso en peligro sus ambiciosos planes.

El hecho impresionó mucho a los tlaxcaltecas que estaban presentes, pues la piedad era un atributo que no habían observado en Cortés ni en ningún español. Por eso se tomaron el trabajo de dejar una constancia por escrito, como se muestra en este detalle del Lienzo de Tlaxcala, donde vemos al pobre de Pánfilo siendo maltratado por el propio Cortés, que ya le ha tirado el sombrero y le arrebata un objeto alargado. Se le ve muy enterito en la ilustración, pero algunas crónicas mencionan que Pánfilo estaba hecho un santo cristo, había perdido un ojo en la batalla previa y tenía espantosas heridas en el cuerpo. ¡Ay, Pánfilo!






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