jueves, 6 de agosto de 2009

Señales


Cualquiera podría pensar que se trata de Tom Lasorda enviando una señal al plato de pitcheo: “que lance la curva hacia adentro”, dice el probable Berra a su coach de pitcheo, ante el panorama de una casa llena de rivales; o bien, un envejecido Bill Clinton saliendo muy satisfecho de su exitosa gestión ante Corea del Norte para liberar a las dos periodistas estadunidenses. “Bill saluda a los periodistas”, dice el probable encabezado. Pero no. Se trata nada menos que del Papa Benedicto XVI enviando señales de mercadotecnia a los propios medios de comunicación, lo que me lleva a reflexionar sobre la poco armoniosa combinación entre lo antiguo y lo moderno que se debate en el interior de la iglesia católica. Por un lado, no entiende las señales sociales que reclaman su pasividad y lentitud cómplice ante la pederastia ejercitada por muchos clérigos, al grado de que al párroco Nicolás Aguilar Rivera se tardó años en sancionarlo, proporcionándole nuevas parroquias para sus fechorías. En total: más de noventa niños abusados, por poner un ejemplo. Silencio ante el reclamo de las monjas que quieren subir su estatus en la liturgia religiosa, que con derecho reclaman, y en general una actitud cerrada ante fenómenos demasiado reales que obligan a tomar cartas en el asunto, como el aborto, la homosexualidad, el anacrónico celibato. Por otro lado, la iglesia se ha modernizado haciendo uso de los sistemas digitales y los medios de comunicación con artículos de corte kitch o, simplemente, el uso de frecuencias ilegales para llevar el mensaje de Dios a las personas. Hay un rosario electrónico recomendado en la publicidad para las abuelitas que ya no quieran cargar el rosario medieval. “Enchúfele los audífonos a su abuelita y una voz aterciopelada le irá dictando las aves marías; si oprime el número dos: el credo: el tres: padres nuestros; el cuatro, etcétera…” En Puebla acaban de cerrar una radiodifusora que salió al aire por sus pistolas (o por sus rosarios) y venía transmitiendo por la libre desde hacía semanas, a la vez que se discute la suerte de una joven que intentó un aborto desesperado en el interior de su hogar y casi le cuesta la vida. La nueva ley aprobada este año por la mayoría priísta (por supuesto, secundados por los panistas), con unas pocas y honrosas excepciones, obliga a las autoridades a imponerle una pena de hasta cuatro años en cuanto salga del hospital. En unos pocos días ya son cinco las jóvenes indiciadas y es ahí donde se enfrenta la realidad a los caprichos, pues no es lo mismo levantar el dedo para quedar bien con la derecha reaccionaria que juzgar públicamente y condenar a la cárcel a jóvenes tan inocentes como desesperadas. Veremos si se atreven a hacerlo.

Mientras vemos todas estas contradicciones nos enteramos hoy de que la modernidad de papa Benedicto XVI no tiene límites: tiene su propia página web, su canal de YouTube y está en la red social Facebook. Pero, por si eso fuera poco, está a punto de sacar su primer disco al mercado bajo la producción de Geffen Records, la discográfica de Snoop Dog y Ashlee Simpson. El papa cantará letanías y cánticos con apoyo del coro de la Academia Filarmónica de Roma y música de la Royal Philarmonic Orquesta que, si la memoria no me falla, es la misma orquesta que secundó a Deep Purple en aquel histórico disco de rock metálico filarmónico de los años ochenta. En algunos tracks, el papa rezará en cinco lenguas diferentes, lo que nos indica su ambiciosa proyección de mercado. Y como siempre, se anuncia que “parte” de las ganancias se destinará a apoyar la educación musical de los pobres del mundo. Apenas ayer leía la propuesta de Michael Jackson para premio Nobel de la Paz de este año; hoy el Papa se lanza al estrellato en el Show Business internacional; Madona canta en Barcelona y se entiende que critique a la iglesia. ¿Dónde están los líderes y dónde está la política contemporánea? No tengo nada contra el disco del papa, pero me parece una inconsecuencia frente a las actitudes medievales de la iglesia católica pregona en sus dominios. En cuyo caso las señales del papa son, por decir lo menos, hipócritas.

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