domingo, 30 de agosto de 2009

Luz en San Francisco


En 1924 Luz y sus hermanas viajaron a San Francisco, California, como parte de una educación básica acostumbrada en su familia (¿a qué fue su papá a Estados Unidos, abuelita?, le pregunté una vez. “A estudiar”, me respondió. ¿A estudiar qué?, pregunté yo. “Pues supongo que inglés, hijo ¿qué podrían estudiar en aquellos tiempos?”). Su padre, Pedro Bustamante, había estado en California a finales del siglo XIX, ahora Luz y sus hermanas viajaban con un objetivo similar: aprender inglés, ver mundo y relacionarse con varones gringos tan bien cotizados en el futuro imaginable de las hijas adultas, como finalmente ocurrió. La fecha de 1924 se aprecia en la placa en el primer plano de esta fotografía, por desgracia, sólo en la original, pues veo que mi mala reproducción no llega a permitir ese distingo.


Mi abuelita Luz me contó que junto a sus hermanas trabajaron en una fábrica de enlatados que estaba en una isla cercana a la costa. Ni cuando me lo dijo, ni ahora, me es sencillo imaginarlas trabajando de obreras asalariadas a ese grupo exquisito de muchachas chihuahuenses que provenían de una familia que bien podría catalogarse de alcurnia, pero así fue. Trabajaron en esas factorías y tuvieron muchos pretendientes que las llevaron a pasear en los míticos Ford modelo T, como los que aparecen en esta fotografía. En el vehículo del frente vemos muy garbosa a Luz sentada cómodamente en la parte posterior.





Y tuvieron muchos pretendientes, como estos dos gallardos caballeros que acompañan a mi abuelita y a una de sus hermanas, creo. Luz, a la izquierda con el joven del elegante traje cruzado oscuro, que por cierto, la abraza, miran con gran naturalidad hacia un lugar que no es la cámara, manipulada, por cierto, por otra de sus hermanas, a juzgar por el sombrerito que detecta la sombra inferior de la fotografía.








En esta foto de la playa se aprecia que sólo dos muchachos llevan puesto un traje de baño de la época. Hace frío, pues todas las damas ostentan abrigos o por lo menos ropa calada hasta el cuello. Mi abuela Luz es la que abraza a su hermano Alfonso, que ocupa el centro de la fotografía, de camisa blanca. No tengo la menor idea de quiénes serán los demás componentes. La señora de negro podría ser la nana Nina, un personaje del que hay cosas muy intensas qué decir, y la chica detrás de ella probablemente una de las hermanas de Luz. Queda claro que sí, su padre las envió a San Francisco a conocer el mundo, pero nadie las iba a salvar de cargar con chaperona y chaperón que les cuidaran las espaldas.












Esta fotografía de mi abuelita Luz me encanta porque define muy atinadamente su personalidad histriónica de mesurado y fino humor. De haber sido otro el cauce de su vida tal vez podría haber sido actriz o escritora. En este anuncio panorámico de Douglas Faibanks, Luz abre los brazos para recibir a un caballo pegazo que vuela desbocado con un jinete también alado. Podemos ver que Luz lleva unos guantes de piel de brazo ancho, como los del Zorro, así como una pluma de buen tamaño que sale de la parte posterior de su sombrero. ¡Qué facha, abuelita!, pero es que estamos hablando de los felices y sorprendentes años 20s. Conocí demasiado tarde la fotografía y, en general, esta serie de fotografías, pues de haberlas visto en vida de mi abuela tendría una mejor historia qué contar de ellas. Sirva esta desgracia para excusar mis especulaciones sobre aquellos años en la vida de mi abuela, que reconstruyo con retazos de recuerdos, jirones de memorias familiares muy desdibujados y estas fotos históricas que quizás digan más de lo que yo puedo expresar o inventar.










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