domingo, 17 de mayo de 2009

Como te veo me vi


Hoy se festeja el Día Mundial de las Telecomunicaciones, celebrado desde 1965 para conmemorar la primera Convención Internacional Telegráfica de 1865 en París. Era un llamado a generar nuevas fuentes de comunicación que fue puntualmente obedecido por la ciencia y los científicos, que hicieron de la rudimentaria telegrafía Morse un despliegue de técnicas que hoy nos tiene en la Internet, y que por supuesto no ha llegado a su final. Y es en las telecomunicaciones donde México, en su consabida vecindad con los Estados Unidos, ha sido un testigo privilegiado.

Si el telégrafo llega a México cuatro años después de inventado en 1849, el teléfono tardó sólo dos años, en 1878; la radiotelegrafía se impuso aquí cuando apenas era un experimento en 1902; en la radio fuimos pioneros y contemporáneos a los sabios mundiales hacia 1921, mientras que aquí se creó una televisión a colores por el ingeniero González Camarena que aún hoy se utiliza para el circuito cerrado de Cabo Cañaveral por su definición y calidad.

Lo interesante de las telecomunicaciones es que fueron asumidas de tal forma por nuestras maneras de vivir, que hoy nuestro entorno sería inexplicable sin la presencia de la telecomunicación. Del telégrafo al Internet, a la red de información bancaria y la orden eléctrica que impulsa los misiles, hoy nada es explicable sin la presencia de la comunicación eléctrica, a la que la vida misma está tan ligada, y por desgracia, también la muerte.

Trabajé diez años en la torre central de Telecomunicaciones, en el centro Scop de la ciudad de México, primero como auxiliar de contabilidad y después como investigador histórico en la oficina de Museo. Una de las cosas que más me llaman la atención es que, de principio a fin, el ser humano y la telecomunicación tienen para sí una misma postura para el ejercicio de las diversas comunicaciones: el telegrafista Morse, sentado en una mesa accionando con su mano derecha la llave detonadora de la clave, enviando impulsos eléctricos a la magneta y el sonador que hacían posible el envío de mensajes, y el actual internauta, sentado frente a una mesa accionando con su mano derecha el Mouse, que envía impulsos eléctricos al computador, haciendo posible la comunicación. Es interesante como esa postura no ha cambiado.



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